¿Para qué me levanto hoy?
¿Para que te levantaste hoy?
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¿Qué
tienen en común los triunfadores? No me refiero solo a aquellos que han
almacenado grandes fortunas, claro, de hecho son triunfadores en lo
económico, ni a quienes han llegado a escalar importantes puestos en
grandes corporaciones, también lo son obviamente en el área laboral.
Pero no, mi pregunta está pensanda en aquellas personas que han hecho de
su vida un modelo de éxito, coherencia e impacto positivo a su
alrededor. Esas personas que cuando entran en un lugar, no importa cómo
están vestidos o la marca del auto, si tienen, en el que llegan, porque
siempre contagian energía y te inspiran respeto y admiración.
He observado y conversado con varios de
estos líderes y gran parte de la respuesta está en que no soportaron
estar en su zona cómoda, en el espacio en donde la ley del menor
esfuerzo predomina y decidieron cultivar UN SUEÑO lo suficientemente
fuerte como para enfrentar con valentía a los “MATADORES DE SUEÑOS” que
pululan a nuestro alrededor.
¿Qué hubiera sido de Shakira si se hubiese
dejado apabullar por aquella profesora que no la dejó entrar al coro
porque tenía “mala voz”?, o ¿Donde estaría Obama si hubiera escuchado a
quienes podrían haber empeñado su alma apostando que una persona de raza
negra no llegaría a la presidencia de una de las naciones
históricamente más racistas del mundo? o ¿qué habría pasado si la
hermana Teresa se hubiera quedado en la comodidad de su amada comunidad
de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas St.
Mary?”.
Menciono estos casos porque son de
conocimiento general. Pero nuestras comunidades, empresas, familias,
están llenas de triunfadores anónimos, que no “mojan” prensa, pero sí
impactan positivamente a diario la vida de quienes están a su alrededor,
y son felices con la vida que eligieron vivir.
¿Pero basta con soñar para ser triunfador?
No. Ir trás un sueño exige esfuerzos importantes, -pueden haber
excepciones, qué dicha- . Soñar sin HACER no produce resultados. Y
sumado a ello, debemos prepararnos para sortear conflictos – en el
sentido positivo de la palabra- incluso con quienes están más cercanos a
nosotros, quienes ven la realidad acorde con lo que ellos mismos son,
sus temores, sus creencias, y consideran que entonces es igual para
todos.
Uno de mis motores en los últimos años ha
sido que si un día me levanto, abro los ojos y no me saltan maripositas
en mi estómago al pensar las cosas qué voy a hacer, no me palpita el
corazón con alegría y no dibujo una sonrisa en mi rostro (como cuando
estamos enamorados), y luego viene otro día igual, y luego otro y
enseguida otro y varios más así, no estoy viviendo la vida que merezco
vivir y entonces ¿que carajos estoy haciendo?.
Cada día de la vida que merezco vivir debe
empezar con todos los síntomas descritos en el párrafo anterior, SI,
CADA DIA, CA-DA- DIA, TODOS, seguidos de un impulso fuerte por
levantarme de la cama para empezar a HACER, sin importar que deba
afrontar coyunturas difíciles, decretar cosas que pudieran ser
calificadas de imposibles y terminar cada noche con un deseo enorme de
continuar soñando y anhelando la mañana siguiente para volver a vivir
como el día que acaba de terminar.
Pero, muchas veces es más cómodo continuar
en ese puesto que me da estabilidad, pero me agota física y
emocionalmente hasta el punto que mi salud está cada vez más
deterioriorada por lo que llamamos “estrés” o con esa pareja que está
ahí… no comparte mi vida, incluso puede lastimarme física o
psicológicamente, pero, como dice el argot popular juvenil “pior es
nada”. ¿Qué me impide tomar la decisión de ese cambio que vengo
posponiendo por días, meses o años? ¿A que le tengo miedo?
Todo en la vida tiene un
propósito, cada experiencia que vives por dolorosa o magnifica que sea,
cada decisión que adoptas te lleva por un camino que de seguro va a
desembocar en algún lugar. Eso le dijo el señor Conejo a Alicia
(¿te leíste el cuento de Alicia en el País de las Maravillas?), cuando
la niña le pide ayuda “¿Me puede indicar el camino?”. “¿A dónde quiere
ir?”, le pregunta el Conejo. “No estoy segura”, responde Alicia. “Pues
entonces, ¿qué más le da qué camino tomar?”.
La sabiduría de los cuentos infantiles es
inmensa. Lástima que cuando se los leemos a nuestros hijos nos quedamos
en la superficialidad, sin ver que por allí podriamos empezar a generar
pensamientos que los lleven a un éxito verdadero para sus vidas.
No podemos cambiar las cosas que pasan fuera de nosotros, pero sí podemos elegir la manera como nos relacionaremos con ellas.
¡Qué más da qué camino tomamos, si no
sabemos donde queremos llegar! Cualquier camino que sigamos, nos llevará
de seguro a cualquier parte y va a llegar un momento en que estemos
agotados, miremos atrás y digamos “que he hecho de mi vida”. La noticia
es que nunca es tarde, no importa si tengo 20, 30, o 70, si aún me queda
un día de vida, me queda una posibilidad.
“TODO TIENE UN PROPOSITO, ENCONTRARLO DEPENDE DE CADA UNO”
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